(no es exactamente el mismo contenido – nos gusta complementar -. puedes ver el vídeo / escuchar el episodio en…)
¿habéis oído hablar del “sincericidio”? es un término que se utiliza para las personas demasiado honestas… que suelen acabar bastante mal (socialmente hablando). sobre todo en las empresas. que se lo pregunten a alceste, el protagonista de el misántropo (le misanthrope, obra teatral de molière, 1666), que tuvo recientemente una adaptación actualizada y maravillosa en el teatre lliure:
con un punto menos derrotista pero igual de rompedor, la novela gráfica el fotógrafo (le photografe, emmanuel guibert, 2003-2006) abre una ventana incómoda y luminosa a la vez: la de un relato construido desde la fragilidad y la tensión de mostrar lo que realmente ocurrió. esa misma tensión la viven las organizaciones cuando deciden qué historias comparten sobre sí mismas: porque no es lo mismo elaborar un discurso de marca que sostener una narrativa honesta…

y es que las marcas maquillan, y las narrativas honestas incomodan. porque dejan que se filtre la verdad aunque no siempre sea favorecedora. si es que nos hacen falta líderes valientes (recuerdas el episodio 4, ¿sueñan las organizaciones con liderazgos valientes?)…
DEL MAQUILLAJE A LA CRUDA REALIDAD
las organizaciones suelen caer en la tentación del “storytelling de catálogo”: frases bien pensadas, vídeos inspiradores, valores enmarcados en la pared. pero si debajo hay prácticas tóxicas, equipos desmotivados o decisiones éticamente dudosas, la narrativa se convierte en decorado. la honestidad, en cambio, implica poner en circulación relatos que asumen los errores que se cometieron, las lecciones aprendidas, las tensiones aún no resueltas.
no se trata de autoflagelación, sino de mostrar la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, incluso cuando lo que se hace es imperfecto.
algunas compañías han empezado a explorar este camino. la marca de moda everlane, por ejemplo, se ha posicionado con la idea de la “transparencia radical”, mostrando a sus clientes desgloses del coste de producción de varias de sus prendas —incluyendo materiales, mano de obra, transporte y aranceles— y comparando sus márgenes con los de la industria tradicional. en su propia web afirman: “revelamos los costos reales detrás de todos nuestros productos” (everlane.com). casos documentados muestran ejemplos concretos, como un suéter cuyo coste detallado suma materiales, mano de obra, transporte y aranceles (caso harvard 2015). sin embargo, se ha señalado que esta transparencia no siempre es uniforme ni exhaustiva (!!): no en todo el catálogo se publican los mismos niveles de desglose, y algunos críticos cuestionan hasta qué punto los datos reflejan toda la complejidad de la cadena de valor (the lifestyle files, 2020).
ser honesto nunca es fácil, pero mirémoslo desde una perspectiva optimista: rompieron con un silencio más que habitual en el sector textil.
otro ejemplo: isto, marca portuguesa también de ropa fundada en 2017, publica en su web un desglose de los costes por prenda (tejidos, mano de obra, transporte, logística, botones, etiquetas, etc.), y también revela sus fábricas y proveedores (financial times). parece que el sector se está dando cuenta de algunas cosas…
narrativas así son capaces de generar confianza real. igual que el fotógrafo nos recuerda que contar no es embellecer, sino honrar lo vivido, las organizaciones honestas entienden que narrar no es inventar una leyenda heroica, sino aceptar que la historia corporativa es una trama de aciertos, errores, contradicciones y aprendizajes.la cultura pop nos regala ejemplos poderosos de lo que ocurre cuando la narrativa y la verdad se enfrentan. compliance (íd., craig zobel, 2012) muestra hasta dónde puede llegar la obediencia ciega cuando se acepta una historia sin cuestionarla:
o, de manera más sutil, en la novia (the girlfriend, andrea harkin, robin wright, 2025), observamos cómo una misma escena se relata con distinto lenguaje verbal y no verbal en función del personaje del que conocemos la versión:
la verdad rara vez es única: depende de quién narra, desde dónde… y con qué silencios. y esto nos lleva a preguntarnos: en las organizaciones, ¿qué relatos propios se han naturalizado? ¿qué versiones nunca se cuentan? ¿qué voces han sido silenciadas en nombre de una supuesta “coherencia”?
LA NARRATIVA INTERNA, Y LA EXTERNA
ojo: narrativa honesta no es solo cuestión de comunicación externa. también se incluye la de los pasillos y las reuniones de equipo, en la manera en que la dirección (tan poco a menudo) reconoce públicamente un error o escucha las críticas sin represalias.
así que la narrativa honesta es un acto de coraje colectivo: la construcción de un lenguaje compartido donde no hay que fingir entusiasmo ni esconder cansancio.
el relato que se cuenta hacia dentro siempre acaba filtrándose hacia fuera. y si lo que se narra internamente no coincide con lo que se proyecta externamente, la grieta acaba haciéndose visible…
Entonces… ¿sueñan las organizaciones con NARRATIVAS HONESTAS?
la pregunta se queda pequeña, esa es la verdad. no es solo si las organizaciones sueñan con narrativas honestas, sino si están dispuestas a sostener las consecuencias de contarlas. porque una narrativa honesta no es un eslogan: es un compromiso con la verdad, con el matiz, con la posibilidad de decepcionar en el corto plazo para poder construir confianza en el largo.
y si hoy hablamos de honestidad narrativa, no podemos evitar mirar hacia otro horizonte cultural: rashomon (羅生門, akira kurosawa, 1950), que nos enseñó cómo un mismo suceso puede narrarse desde perspectivas contradictorias sin que ninguna sea completamente falsa:
¿te resuena? pues complementa con el vodcast, ¡y no te pierdas el EPISODIO 13 (estate atento… ¡en breve publicamos!)!:
¿sueñan las organizaciones con…
… verdades múltiples? ↗
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